Como si de un plató se tratara, se recuperan las luminarias espejadas. Dos grandes techos amodo de “machine à illuminer” culminan dos de los principales espacios, la barra y el escenario.
Una propuesta disruptiva en la que la luz, los espejos y los reflejos de elementos metálicos como el acero, rompen la calidez del color y suavidad de materiales como el terciopelo.
Al más puro estilo de Lynch, un universo fresco y moderno, fetichista del terciopelo, el color, la luz y geometrías puras.
Si Don Draper viniera a Madrid sin lugar a duda GILDA HAUS, sería su lugar de referencia donde tomarse un old fashioned acompañado de unas buenas gildas.